Uno de los errores más comunes en la no consecución de objetivos es debido a la no programación y seguimiento de una rutina de entrenamiento. Los procesos de adaptación se producen después de un determinado tiempo de trabajo. Nadie, a menos que se trate de alguien que parta de un nivel de forma muy bajo o de un neófito, conseguirá grandes resultados en periodos cortos de tiempo. La edad, experiencia en entrenamiento, objetivos y diferentes circunstancias marcarán los diferentes tiempos para consecución del fin deseado.
La teoría nos informa que existen 3 fases para conseguir la adaptación al entrenamiento y así de esta manera acercarnos a nuestro objetivo:
Fase de choque: en esta fase se administra un nuevo estímulo, es decir, comenzamos nuestra rutina de entrenamiento. Es posible que durante esta fase se produzcan diferentes desajustes en la función muscular e incluso podría llegar a producirse una ligera disminución del rendimiento. En algunos casos podrían darse molestias, dolores, agujetas o pesadez muscular.
Adaptación positiva al estímulo: el organismo se adapta a nuestra rutina de entrenamiento, consiguiendo así una mejora del rendimiento quedando adaptado para soportar estímulos más exigentes en el futuro.
Cansancio, estancamiento, adaptación negativa al estímulo: una vez pasado el tiempo de adaptación positiva, si este es prolongado excesivamente en el tiempo podría producirse un estancamiento en el rendimiento o incluso una disminución del mismo. Para evitar esto deberemos modificar los diferentes estímulos ya sean ejercicios, intensidad, etc.
Como vemos, si no seguimos una rutina de entrenamiento durante un determinado tiempo y modificamos nuestra rutina cada semana nos encontraremos constantemente en la primera fase sin ir en una dirección concreta. Para conseguir una mejora en el rendimiento de fuerza deberemos organizar de manera adecuada las diferentes variables de manera que consigamos una sobrecarga sistemática, adaptándonos progresivamente y con la carga determinada para el objetivo concreto.